lunes, 19 de diciembre de 2011

Madrid

Hace años hice una promesa a una de mis mejores amigas y las promesas, al menos desde mi punto de vista, se hacen para cumplirlas. En el momento en el que realicé mi promesa parecía poco probable que lo prometido llegase a suceder algún día, pero hace sólo dos días llegó el momento de cumplir con mi palabra y, por supuesto, lo hice. 

El solo hecho de cumplir dicha promesa me ha proporcionado como consecuencia un fin de semana realmente inolvidable, con largos y maravillosos paseos nocturnos como no recuerdo haber tenido nunca bajo la fría Luna de Madrid en la mejor de las compañías posibles, una deliciosa cena en un lugar encantador al que prometo volver en un futuro cercano y una comida no menos placentera, desayunos en una cafetería digna de ser recordada por mucho tiempo en mi memoria o un concierto espectacular lleno de momentos inolvidables junto a una persona increíble que ya siento que han quedado grabados para siempre en mi retina. En definitiva, un sinfín de detalles inolvidables que han hecho que este fin de semana, que en principio pintaba aburrido y rutinario, se haya convertido en uno de los mejores momentos de mi vida en los últimos meses con muchísima diferencia y sin ningún género de dudas.

Todo esto no es sino la consecuencia de cumplir con la palabra dada, por supuesto siempre aderezado con una grandísima dosis de cariño impagable, un buen ron Santa Teresa de la mano de una amistad que desde luego (al menos por mi parte) es mucho más que especial, y una compañía inmejorable en cada momento. Cierto es que de un tiempo a esta parte me estoy dando cuenta de que muy a menudo me encuentro rodeado de gente que siempre supera mis expectativas depositadas en ellos de manera completamente generosa y altruista, y eso sólo significa una cosa: esa gente me hace feliz.

Precisamente durante uno de esos paseos maravillosos que nombraba anteriormente, escuché una frase de boca de esa persona que se ha encargado de hacer que el fin de semana sea algo casi perfecto, que decía que en las ciudades que visitas siempre hay que dejar algo por hacer, para así tener alguna excusa para volver. Por supuesto no hicimos todo lo que pretendíamos, así que habrá que ponerle remedio lo antes posible, pero eso no implica que no volviera a hacer todas y cada una de las cosas que hice este fin de semana las veces que hiciera falta y a ciegas si fuese necesario, sólo por el simple hecho de volver a sentir de nuevo todas esas fantásticas sensaciones que ya hacía tanto tiempo que no sentía y que he vuelto a revivir en estos últimos días. 

Gracias a las personas que se han encargado de ello durante estos tres días, sólo tengo un sentimiento ahora mismo en mi interior, felicidad, y ese es el más preciado de los tesoros.




Y tú, ¿has sonreído hoy?

No hay comentarios:

Publicar un comentario