Me encanta la sensación de bienestar que produce un comentario bonito de parte de una persona querida. Es maravilloso, y más aún cuando ni siquiera te lo esperas.
El otro día me encontré con uno de estos comentarios inesperados en una situación atípica y la verdad es que me gustó mucho oírlo. Me gustó mucho, además, la situación en la que me sobrevino, cuando lo normal habría sido que quien me lo dijo estuviera pensando en otras cosas en lugar de en eso dadas las circunstancias. La cuestión es que, cuando alguien te dice que tus palabras le ayudan mucho, y lo dice con un cubata en la mano, sólo cabe una posibilidad: debe ser cierto. Y eso me hace sentir bien.
Ayudar a los demás me gusta, y si me importan, mucho más. Saber que eres capaz de ayudar a gente a la que quieres es un orgullo, y cada vez le estoy cogiendo más el gusto a hacerlo. Gracias a ello te pasan cosas como estas; te encuentras con comentarios felices que te alegran el día (o la noche en este caso), o acabas cenando unos deliciosos pastelitos de San Pardulfo en Nochenuestra, con vídeos que hacen llorar a uno de tus mejores amigos de felicidad incluidos.
Hace aproximadamente dos años que escribo este blog, muy poca gente sabe que lo hago y los que lo saben se han encargado de descubrirlo por sí mismos, así que si han vuelto a visitarlo más de una vez debe ser porque realmente les ha gustado. A todos vosotros, gracias.
Yo, por mi parte, prometo seguir como hasta ahora que, por lo visto, no ha ido tan mal... :)
Y tú, ¿has sonreído hoy?