A veces estamos tan ciegos que no somos capaces de ver lo que para el resto de la humanidad es evidente. A veces nos empecinamos en sostener ideas y comportamientos que consideramos acertados, aún cuando todo el mundo a nuestro alrededor nos diga que nos estamos equivocando. Y es en estas ocasiones cuando deberíamos pulsar el botón de Pause y recapacitar.
La vida es sólo una y además es corta. Y no es plan de pasar por ella sin pena ni gloria, sin pararnos a disfrutarla a pequeños sorbitos (que suelen ser los más sabrosos) y, por supuesto, no es plan de cometer errores evitables. Hacerlo supondría fracasar en ella o, cuanto menos, no disfrutarla, lo que (para los que seáis religiosos) debería considerarse pecado capital. Somos humanos, y es propio equivocarse, pero debería ser obligado rectificar, aprovechar las oportunidades que se nos brindan y disfrutarlas al máximo, ser felices, tomar un buen capuccino caliente al lado de la chimenea en un día de tormenta y comer paella (como buen valenciano de pro que soy) los domingos en casa de la abuela. Pero por encima de todo debería ser obligado enamorarse. Porque, a fin de cuentas, es la capacidad de amar (dejando a un lado el cociente intelectual) lo que nos diferencia del resto de animales, ¿no es así?
Ya lo dice el gran Andrés Calamaro en su canción Jugando con fuego:
"debería estar prohibido haber vivido y no haber amado"
Un santo nunca podría tener más razón que él. Ni aunque se empeñara. Porque no amar es sinónimo de pasar por esta vida sin pena ni gloria, y ya hemos hablado de lo que eso supone. Porque no dar ese beso puede significar perder a esa persona que nos haga soñar. Porque no hacerlo es no vivir.
Hoy leí una cita en Facebook de una amiga mía que me hizo recapacitar, decía lo siguiente:
"No busques a la persona de tus sueños, busca a esa persona que sin ser perfecta te haga soñar"
Y es que, a veces somos cenizos y nos empeñamos en lo que realmente no queremos, si no en lo que creemos que deberíamos querer, y aún sabiendo que realmente no es así nos autoconvencemos de ello. Luego pasa el tiempo y recapacitamos, queremos rectificar, sabíamos que nos iba a tocar hacerlo y nos arrepentimos porque sabemos que puede ser tarde para ello. Y normalmente lo será...
Seamos humanos, cometamos únicamente los errores inevitables, disfrutemos de la vida y, por encima de todo, no dejemos escapar las oportunidades que nos brinda, porque, si son lo suficientemente buenas serán únicas y, por tanto, no se van a repetir.
Está en nuestras manos curarnos esa ceguera, tenemos en nuestro poder la medicina que nos permita vivir la vida como se merece. Hagámoslo...
Y tú, ¿has sonreído hoy?