He empezado cuatro veces a escribir esta entrada y sigo sin saber por dónde hacerlo, así que empezaré directamente por un punto intermedio e indeterminado, que siempre es la parte más fácil. Será culpa de la primavera, supongo, o de que Saturno esté en la casa 10 en Leo si es que alguien cree en la astrología, y si tiene algo de sentido lo que acabo de escribir, que lo dudo.
A veces no sé si serán de indulgencia, de ignorancia, de indiferencia o de qué serán, porque desde luego no son de inteligencia los galones que luzco de vez en cuando y cada vez más a menudo, aunque algunas veces alguien me acuse de serlo (que lo odio) y tenga que tragarme mis ganas de rebatirlo con firmeza. Creo que argumentar para parecer idiota sería un contrasentido. No obstante así son las cosas y creo que hay que ser fiel a uno mismo ante cualquier circunstancia, no contemplo otra forma de ser feliz en la vida. Y ser fiel a uno mismo desde mi punto de vista implica, como ya he dicho en muchas otras ocasiones, hacer lo que a uno le apetece, desaparecer cuando el corazón te lo pide y la cabeza no encuentra otra forma de no morir en el intento y abandonar ese camino sin sentido que no sabes bien ni cómo ni cuándo empezaste a recorrer sólo porque la vida te lo puso delante, irte lejos y cambiar de aires un tiempo para poder ver las cosas desde otra perspectiva y borrar de tu cabeza momentos que preferirías no estar obligado a recordar o escaparte una noche a olvidar la realidad por un rato y tumbarte en una playa de piedras a disfrutar de un eclipse de Luna con la única compañía del rumor del mar de fondo. Y resulta que siendo fiel a uno mismo, y haciendo lo que te apetece, te encuentras con que ese camino que recorrías dando tumbos va quedando atrás poco a poco (aunque a veces cueste sangre sudor y lágrimas dar un pequeño pasito más), te encuentras, sin saber bien cómo, viviendo el sueño hecho realidad de los cuatro mejores meses de tu vida en compañía de esa persona maravillosa que te hace feliz, antes de despertar de la noche a la mañana a un nuevo mundo de nuevas experiencias y sensaciones alejado de todo lo que no quieres recordar, o de repente te ves incrédulo fotografiando una secuencia inolvidable que supera tus expectativas y te hace sentir satisfecho de haber tomado la decisión correcta esta vez.
Sinceramente, no sé cuántas veces más estaré condenado a lucir esos galones malditos, pero la verdad es que mientras en mi cabeza sigan igual de vivos Nuestros Abriles, o pueda seguir tomándome una rica horchata granizada en la mejor compañía posible, por breve que sea, no me importará ni lo más mínimo hacerlo cuantas veces sea necesario...
Y tú, ¿has sonreído hoy?
No hay comentarios:
Publicar un comentario