Hoy, o ya más bien ayer debería decir, fue Sant Jordi (San Jorge para los castizos). Día de leyendas, de dragones y rosas y de libros con honores shakesperianos y cervantinos. "Día del Libro" en según qué casas, y aunque personalmente yo no recibí ninguno en el día de hoy, tampoco lo regalé. Ni ninguna rosa, aunque sí que recibiera alguna en un formato un tanto peculiar y pixelado, de esas que no huelen pero te hacen sentir bien.
Y es que a todos nos gusta recibir regalos, imagino. Y más aún cuando no los esperamos. Y más si cabe si resulta que nos gustan. Cada cual tiene sus gustos, supongo, pero yo, romántico como soy (o romanticón como me calificó no hace mucho quien quizá mejor pueda decirlo), a menudo valoro mucho más los regalos intangibles, esos que no puedes comprar, los que salen del corazón, los que cuando los recibes dibujan una una amplia sonrisa en tu cara y liberan espontáneamente en nuestro organismo todas esas drogas naturales que nuestro cerebro necesita para sentirse feliz. Y lo consigue. Y lo fascinante es que a veces no se necesita más que un simple comentario, un pequeño achuchón o un abrazo sincero para conseguirlo, pero qué difícil es a menudo recibir cualquiera de estas cosas... Por eso cada día que pasa intento valorarlas un poco más. Y cada vez que las recibo duermo tranquilo, sereno, feliz, con una sonrisa en la cara y deseando que el tiempo vuele. Pero no vuela. Lleva su ritmo el maldito.
Algunas veces sientes la necesidad de refugiarte en el pasado, de volver a saborear lo que ya una vez probaste y tan buen sabor de boca te dejó. Y siendo Abril como es, y sin llegar a ser muy consciente de cómo ni por qué, te subes en tu coche y conduces hasta ese lugar que hace casi dos años que no visitas, te sientas donde ya te sentaste una vez y te pones a recordar. Y qué bien sienta.
Como dije hace ahora ya bastante tiempo, "ahora ya son horas de dormir, y es lo propio hacerlo, pero dormir frecuentemente implica soñar, así que es mi deber hacerlo. Porque soñar es bonito, y cuando lo hacemos no existen los límites, los prejuicios ni la mala conciencia. Porque soñando disfrutamos a menudo de lo que no somos capaces de disfrutar despiertos".
Así que por todo eso, y aunque sólo sea por una noche más, por favor, soñemos...
Así que por todo eso, y aunque sólo sea por una noche más, por favor, soñemos...
Y tú, ¿has sonreído hoy?