miércoles, 29 de febrero de 2012

Nueva Cuenta Larga

De unas semanas a esta parte parece que el mundo se ha vuelto loco, nada es normal; la mejor película del año es muda, el pasado asoma la cabeza por todos lados y de mil formas distintas, la mayoría de la gente esta tensa o nostálgica y hasta los meses se alargan un día más. Quizá sea verdad que el fin del mundo se acerca...

Yo lo dudo profundamente. Para mí, como ya dije varias veces con anterioridad, este está siendo un año de cambios y no me voy a permitir el lujo de que el mundo se acabe sin conseguir un par de propósitos que tengo bastante claros. Aunque seguramente nadie lo entienda, porque seguramente nadie lo sepa, ver que seis veces en un mismo día (y un par de veces más al día siguiente) alguien se preocupa por mí en cierto modo y aunque sea desde el anonimato y sin hacer ruido, me da ánimos y me ayuda a seguir adelante con fuerzas. Quizá no se adivine fácilmente por mi forma de ser (que es bastante tranquila e introvertida a menudo), pero soy una persona bastante pasional y me entrego con facilidad a mis impulsos. Siendo sinceros, he de admitir que esto no siempre se ha traducido en buenos resultados, más bien en ocasiones han sido devastadores, pero de todo se aprende y como ya he dicho también en otras ocasiones, a base de insistir se consiguen muchas cosas. Yo pretendo seguir insistiendo.

La mayoría de la gente cree que los antiguos mayas pensaban que el mundo se acabaría el próximo 21 de Diciembre de este mismo año. Craso error amigos. En realidad (aunque quizá no os interese, pero a mí me apasionan las culturas antiguas y me he informado) el día 20 de Diciembre se cumple el último día del 13º baktún del calendario maya de la Cuenta Larga, o dicho de otra forma, a los pobres mayas se les acaba el calendario. A diferencia nuestra, los figuras de los mayas utilizaban un calendario que dura la friolera de 5125 años, en el que cada uno de estos ciclos recibe el nombre de edad del mundo, y curiosamente la cuarta edad del mundo termina este año el 21 de Diciembre, coincidiendo precisamente con el solsticio de invierno (me río yo de la precisión de los relojes suizos). 

Yo no soy maya, pero siempre que alguna filosofía me parece interesante tiendo a apropiarme de sus ideologías y consejos y, viendo cómo se están sucediendo los acontecimientos últimamente, en este caso no pretendo hacer una excepción. Sé que, para mí, lo que venga no durará 5000 años, ni falta que hace, pero como ellos pretendo recibirlo con grandes celebraciones y si de algo no tengo dudas es de que, como los mayas llegaron a vislumbrar hace tantos años, este año no es más que un nuevo punto de partida. Animémonos pues a empezar de nuevo y comencemos a vivir todo eso que aún nos queda por delante con la mejor de nuestras sonrisas.




Y tú, ¿has sonreído hoy?

miércoles, 8 de febrero de 2012

Piedras

¿Por qué nos empeñamos (o me empeño debería decir, por aquello de no generalizar) en cometer los mismos errores una y otra vez?

He pensado mucho en ello y creo que es una pregunta sin respuesta o, al menos desde mi punto de vista, sin una respuesta clara. Hay personas que parecen tocados por una varita de esas que a algunos les gusta calificar como mágicas, y a cuyas virtudes me voy a tomar la libertad de poner la etiqueta de mucho más que discutibles, siendo generoso en mi valoración. La cuestión es que de vez en cuando la piedra con la que ya tropezamos tiempo atrás vuelve a aparecer en el camino y se planta ante nuestros pies como por imposición divina, no importa lo lejos que te hayas encargado de lanzarla en el pasado, ahí está otra vez la maldita con ganas de tirarte de nuevo al suelo. ¿Y entonces qué? Pues aunque con algunas lo tenga muy claro, con según que piedras no lo sé, la verdad.
Son las de este último grupo las que me preocupan, esas que crean incertidumbre con su presencia ante tus pies, esas que hace años lanzaste lejos una noche en el mar haciéndolas rebotar satisfecho varias veces sobre la superficie del agua, parecía que de allí nunca iban a salir y de repente una noche cualquiera (como anoche, sin ir más lejos) te rebotan de nuevo y te golpean en toda la cabeza sin verlas venir y casi sin tiempo para reaccionar. Quizá Poseidón pensó que pretendía abollarle el tridente de un pedrazo y me la devolvió... No era esa mi intención, lo juro. 

En fin, que aquí estoy yo con mi piedra. Y la verdad es que estoy empezando a cogerle cariño; me recuerda, si se me permite el símil, a esos perrillos que aparecen de vez en cuando en el telediario volviendo a casa con los mismos dueños que hace meses los abandonaron a cientos de kilómetros, ajenos a la ruin voluntad de sus dueños al dejarlos abandonados y sin un ápice de rencor en su interior. En esos casos no queda otra que acogerlos con los brazos abiertos y quererlos, ¿no? 
La cuestión es que ya he acabado con algún chichón importante más de una vez en el pasado, provocado precisamente por esta misma piedra, y no me fío un pelo de no necesitar de nuevo un buen casco, así que en lugar de lanzarla al fondo del Mar Mediterráneo de nuevo quizá debería probar a hacerme un bonito collar con ella.

No lo tengo aún del todo claro, así que lo consultaré esta noche con la almohada aprovechando la claridad que nos brinda hoy, como siempre, la luz de la Luna Llena.




Y tú, ¿has sonreído hoy?