Hoy es Martes 16 de Agosto, o 17 ya si nos fijamos en las horas que nos ocupan, y eso significa muchas cosas; significa que el verano, entendiendo por verano temporada de ocio y pocas obligaciones que atender, llega a su fin. Significa que la semana de fiestas, y con ella las risas, la felicidad y las bromas constantes entre voces embriagadas por la buena amistad y los brebajes alcohólicos han terminado hasta el año que viene. Pero por encima de todo, y por desgracia, significa que la gente en su gran mayoría (aunque sólo nos importen los que nos importan) vuelve a casa tras las vacaciones.
Ahora toca afrontar otras cosas mucho menos divertidas, mucho más tediosas y enquistadas que no hay manera de dejar de lado. Todo llegará, seamos pacientes. Pero mientras me mentalizo para acometer esas tareas que vienen, no puedo evitar recordar lo que hace ahora un año justo empezaba a convertirse (aunque siendo sinceros, realmente ya lo era desde hacía unos meses) en el año más increíble de mi vida. Por estas fechas, mientras aún no había tenido tiempo para empezar a echar de menos a los míos y buscaba piso en el 16 de North Main Street de Alfred, me cargaba de proyectos y ganas de disfrutar de la vida intensamente. Proyectos que a la postre se verían superados con creces por los resultados finales obtenidos, que fueron muchos y muy buenos. Verdaderamente fué un año magnífico, me atrevería a decir que sólo le sobraron apenas tres meses, los tres primeros, y no porque fuesen malos ni mucho menos (hubieron capeas en buena compañía y cafés turcos en Brno dignos de recordar), si no porque en comparación con el resto de meses del año que les siguieron quedan ninguneados de manera aplastante. Sin embargo no insistiré más en ello, ya que todo eso forma parte del pasado y ya me puse nostálgico en la anterior entrada.
Dije hace tiempo, en mi primera entrada de este año si no recuerdo mal, que yo a diferencia de la gran mayoría de mortales no me había planteado retos para este año tras comerme las uvas en nochevieja, y creo que hice bien. Hice bien porque me parecía complicado plantearme retos con la cabeza llena de pajaritos como la tenía en ese momento (es normal tras bajar de una nube tan grande como a la que me subí), y porque si lo huebiera hecho es posible que me hubiera sentido frustrado de no haberlos conseguido, y frustarme ni me gusta ni me apetecía en esos momentos (ni ahora tampoco, no malinterpretemos). Pero aún así es inevitable a medida que pasan los dias el plantearse nuevos retos y tratar de resolverlos con gallardía y buen tino, intentar plantearse objetivos nuevos y mejores que nos alegren la vida, aunque no siempre se consigan. Anoche hablaba precisamente de esto último con un buen amigo, y sus palabras al respecto me hicieron reflexionar: dijo que mis palabras sonaban a que había arrojado la toalla, y eso creo que no puedo permitírmelo. No puedo hacerlo por varios motivos, pero sobre todo porque no creo que tenga una oportunidad igual en la vida, pensando en todos los factores de los que depende. Ya dije hace unas semanas que no volvería a repetirse ese eclipse lunar tan mágico que disfruté, en parte en soledad, hasta dentro de 18 años, y mi objetivo era estar bien acompañado para entonces. En esas ando, quizá estuve cerca, pero la toalla no la tiro. Gracias amigo... ;)
"Ayer la ví", como dice la canción que tanto ha sonado en las últimas semanas a mi alrededor, y aunque probablemente no lo haga de nuevo en varias semanas por la distancia que nos separa, sé que ese momento llegrá de nuevo, y entonces veremos qué pasa. Yo, optimista como siempre y tomando prestadas las palabras de quien debo hoy, "espero que nos queden mil cosas por vivir y que cada una sea mejor que la anterior o, como mínimo, igual...".
Para mí ya prácticamente ha terminado, pero para el resto (que no seréis pocos), feliz verano, o lo que os quede de él... ;)
Ahora toca afrontar otras cosas mucho menos divertidas, mucho más tediosas y enquistadas que no hay manera de dejar de lado. Todo llegará, seamos pacientes. Pero mientras me mentalizo para acometer esas tareas que vienen, no puedo evitar recordar lo que hace ahora un año justo empezaba a convertirse (aunque siendo sinceros, realmente ya lo era desde hacía unos meses) en el año más increíble de mi vida. Por estas fechas, mientras aún no había tenido tiempo para empezar a echar de menos a los míos y buscaba piso en el 16 de North Main Street de Alfred, me cargaba de proyectos y ganas de disfrutar de la vida intensamente. Proyectos que a la postre se verían superados con creces por los resultados finales obtenidos, que fueron muchos y muy buenos. Verdaderamente fué un año magnífico, me atrevería a decir que sólo le sobraron apenas tres meses, los tres primeros, y no porque fuesen malos ni mucho menos (hubieron capeas en buena compañía y cafés turcos en Brno dignos de recordar), si no porque en comparación con el resto de meses del año que les siguieron quedan ninguneados de manera aplastante. Sin embargo no insistiré más en ello, ya que todo eso forma parte del pasado y ya me puse nostálgico en la anterior entrada.
Dije hace tiempo, en mi primera entrada de este año si no recuerdo mal, que yo a diferencia de la gran mayoría de mortales no me había planteado retos para este año tras comerme las uvas en nochevieja, y creo que hice bien. Hice bien porque me parecía complicado plantearme retos con la cabeza llena de pajaritos como la tenía en ese momento (es normal tras bajar de una nube tan grande como a la que me subí), y porque si lo huebiera hecho es posible que me hubiera sentido frustrado de no haberlos conseguido, y frustarme ni me gusta ni me apetecía en esos momentos (ni ahora tampoco, no malinterpretemos). Pero aún así es inevitable a medida que pasan los dias el plantearse nuevos retos y tratar de resolverlos con gallardía y buen tino, intentar plantearse objetivos nuevos y mejores que nos alegren la vida, aunque no siempre se consigan. Anoche hablaba precisamente de esto último con un buen amigo, y sus palabras al respecto me hicieron reflexionar: dijo que mis palabras sonaban a que había arrojado la toalla, y eso creo que no puedo permitírmelo. No puedo hacerlo por varios motivos, pero sobre todo porque no creo que tenga una oportunidad igual en la vida, pensando en todos los factores de los que depende. Ya dije hace unas semanas que no volvería a repetirse ese eclipse lunar tan mágico que disfruté, en parte en soledad, hasta dentro de 18 años, y mi objetivo era estar bien acompañado para entonces. En esas ando, quizá estuve cerca, pero la toalla no la tiro. Gracias amigo... ;)
"Ayer la ví", como dice la canción que tanto ha sonado en las últimas semanas a mi alrededor, y aunque probablemente no lo haga de nuevo en varias semanas por la distancia que nos separa, sé que ese momento llegrá de nuevo, y entonces veremos qué pasa. Yo, optimista como siempre y tomando prestadas las palabras de quien debo hoy, "espero que nos queden mil cosas por vivir y que cada una sea mejor que la anterior o, como mínimo, igual...".
Para mí ya prácticamente ha terminado, pero para el resto (que no seréis pocos), feliz verano, o lo que os quede de él... ;)
Y tú, ¿has sonreído hoy?