miércoles, 4 de mayo de 2011

El toro por los cuernos

Es increíble ver cómo en momentos de necesidad somos capaces de superar nuestros límites y conseguir eso de lo que no nos creíamos capaces hasta el momento, o sí pero nos daba miedo intentarlo por si al final resultaba que no lo éramos. Me encanta esa sensación (la de sentir que haces algo de lo que no sabías si serías capaz, digo), ¿a vosotros no? El empujoncito que nos lleva hasta ahí nos enseña que somos capaces de muchísimo más de lo que pensábamos en un principio, el problema es que ese pequeño empujón, muy pequeño a veces, en según qué casos puede ser tremendamente complicado de conseguir y claro, de boquilla todos somos muy valientes pero a la hora de la verdad nos falta valor para atrevernos a tener éxito.

El caso es que en ocasiones nos atrevemos, porque hoy nos hemos levantado comiéndonos el mundo o porque simplemente no hay más remedio, y de perdidos al río, qué se yo. La cuestión es que te lanzas, te hinchas de valor, y te vas decidido a pillar tú al toro, y no al revés; puede ser que la acometida sea, como en el caso que me ocupa hoy, pequeña (o relativamente poco importante podríamos decir, que de esto nadie se muere), o mucho más importante y complicada, tanto por dificultad como por entidad y esfuerzo requerido. Son estas últimas las que te llevan a encontrarte en situaciones que siempre has soñado vivir (aunque la noche de antes te haga lamentarte de que el tiempo pase tan rápido cuando lo disfrutas y justo en ese momento tengas que hacer frente a lo que te ocupa, y no a lo que más deseas), y en ese instante te das cuenta (aunque aún sigues pensando en tus cosas, es inevitable) de que eres feliz por estar ahí donde querías y cogiendo al toro por los cuernos. Y eso te hace sentir bien, sobre todo cuando al final todo salen a pedir de boca. Y cuando la situación se resuelve y se resuelve bien, sientes que has sido un cobarde toda tu vida; lo deseabas pero hasta que no has tenido más remedio no lo has hecho. Total, era eso o te estallaría la cabeza irremediablemente, ¿no? Pues no, claro que no idiota, las cabezas no estallan así como así...
Es cuando te das cuenta de esto cuando realmente te planteas por qué no coger al toro por los cuernos más a menudo, porque si al final todo sale bien y te sientes feliz, aunque sea sólo un poquito más feliz que antes, ya habrá valido la pena.

Conozco a una persona (a la que quiero mucho y de la que he aprendido muchísimo, por cierto) que para mí representa claramente esta idea, o al menos esa es la sensación que en mí proyecta. Y así le va, bastante bien me atrevería a decir. Indudablemente, el éxito está ligado a la inteligencia en la mayoría de los casos (y digo bien: en la mayoría), lo que me hace pensar que, quizá, el valor para conseguir tener éxito también radique ahí, en ser lo suficientemente inteligente como para reunir el valor necesario para atrevernos a ser felices.

Yo no me considero tonto, ni desde luego cobarde, así que sacad vuestras propias conclusiones...




Y tú, ¿has sonreído hoy?

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