miércoles, 25 de mayo de 2011

Dulce aniversario

Ahora que llega el calorcito me vienen a la cabeza muchas cosas, mezcla de sol, verano y estrellas fugaces. Son fechas de aniversarios muy íntimos y privados que casi nadie conoce y que seguramente sólo yo celebraré, aunque sólo sea por mi carácter romántico o simplemente por el buen sabor de boca que siempre te dejan los recuerdos bonitos (de dulces los califiqué en su momento) al ser recordados, no sé, pero lo haré.

El otro dia vi "El secreto de sus ojos" a recomendación de una buena amiga mía, y curiosamente de toda la película me quedé con una frase. Decía así:
"Elija bien, lo único que nos queda son recuerdos. Al menos que sean lindos, ¿no?"
Y cuánta razón tiene. Cierto es que no se puede vivir de recuerdos, que hay que mirar para adelante y tratar de superarse dia a dia, intentar mejorar y seguir avanzando constantemente, pero oye, a veces es necesario levantar el pie del acelerador un rato y respirar, y a mí hoy me apatece detenerme un momento y respirar hondo, sentir ese refrescante olor salado de la brisa marina de noche y refugiarme del mundo por un rato, disfrutando y saboreando de nuevo esos lindos recuerdos que cumplen años por estas fechas, quizá con el inconsciente propósito de refrescar la mente pensando en el futuro, quién sabe.

También por estas fechas hace un año otra serie de cosas sucedían, ya no de recuerdos tan idílicos pero que finalmente también resultaron bien, quizá incluso mejor de lo esperado. Por desgracia esas sí vuelven año tras año desde hace unos cuantos, aunque ligeramente distintas y cada vez más pesadas, pero confío en poder sacudírmelas de encima pronto para poder enterrarlas en cofre del olvido; ese sitio en el que no molestan y que, si algún día lo necesitas, puedes volver a abrir para echarles un ojo de nuevo, recargar las pilas y coger fuerzas renovadas recordando que pasate por ahí y que fue duro pero pudiste con ello, que siempre anima.

En definitiva, son fechas bonitas; el tiempo se vuelve cálido como un buen abrazo en el momento oportuno por esta época, y cumplen años recuerdos que, sinceramente, me siento muy afortunado de poder recordar.

Brindemos por ello.




Y tú, ¿has sonreído hoy?

miércoles, 4 de mayo de 2011

El toro por los cuernos

Es increíble ver cómo en momentos de necesidad somos capaces de superar nuestros límites y conseguir eso de lo que no nos creíamos capaces hasta el momento, o sí pero nos daba miedo intentarlo por si al final resultaba que no lo éramos. Me encanta esa sensación (la de sentir que haces algo de lo que no sabías si serías capaz, digo), ¿a vosotros no? El empujoncito que nos lleva hasta ahí nos enseña que somos capaces de muchísimo más de lo que pensábamos en un principio, el problema es que ese pequeño empujón, muy pequeño a veces, en según qué casos puede ser tremendamente complicado de conseguir y claro, de boquilla todos somos muy valientes pero a la hora de la verdad nos falta valor para atrevernos a tener éxito.

El caso es que en ocasiones nos atrevemos, porque hoy nos hemos levantado comiéndonos el mundo o porque simplemente no hay más remedio, y de perdidos al río, qué se yo. La cuestión es que te lanzas, te hinchas de valor, y te vas decidido a pillar tú al toro, y no al revés; puede ser que la acometida sea, como en el caso que me ocupa hoy, pequeña (o relativamente poco importante podríamos decir, que de esto nadie se muere), o mucho más importante y complicada, tanto por dificultad como por entidad y esfuerzo requerido. Son estas últimas las que te llevan a encontrarte en situaciones que siempre has soñado vivir (aunque la noche de antes te haga lamentarte de que el tiempo pase tan rápido cuando lo disfrutas y justo en ese momento tengas que hacer frente a lo que te ocupa, y no a lo que más deseas), y en ese instante te das cuenta (aunque aún sigues pensando en tus cosas, es inevitable) de que eres feliz por estar ahí donde querías y cogiendo al toro por los cuernos. Y eso te hace sentir bien, sobre todo cuando al final todo salen a pedir de boca. Y cuando la situación se resuelve y se resuelve bien, sientes que has sido un cobarde toda tu vida; lo deseabas pero hasta que no has tenido más remedio no lo has hecho. Total, era eso o te estallaría la cabeza irremediablemente, ¿no? Pues no, claro que no idiota, las cabezas no estallan así como así...
Es cuando te das cuenta de esto cuando realmente te planteas por qué no coger al toro por los cuernos más a menudo, porque si al final todo sale bien y te sientes feliz, aunque sea sólo un poquito más feliz que antes, ya habrá valido la pena.

Conozco a una persona (a la que quiero mucho y de la que he aprendido muchísimo, por cierto) que para mí representa claramente esta idea, o al menos esa es la sensación que en mí proyecta. Y así le va, bastante bien me atrevería a decir. Indudablemente, el éxito está ligado a la inteligencia en la mayoría de los casos (y digo bien: en la mayoría), lo que me hace pensar que, quizá, el valor para conseguir tener éxito también radique ahí, en ser lo suficientemente inteligente como para reunir el valor necesario para atrevernos a ser felices.

Yo no me considero tonto, ni desde luego cobarde, así que sacad vuestras propias conclusiones...




Y tú, ¿has sonreído hoy?