No sé cómo algo tan pequeño puede dejar un vacío tan grande. No lo entiendo.
Tampoco entiendo cómo se puede llegar querer tanto a algo tan distinto a ti, aunque a veces no nos demos cuenta, o nos enfademos porque se afila las uñas en el sofá o porque no nos deja trabajar tranquilos. No puedo entenderlo... Supongo que, quizá, en el fondo, no somos tan distintos como pensamos. El amor es algo que no entiende de sexo, razas ni especies, aunque haya gente que no lo sepa ver.
Ahora mismo siento dolor, pena e impotencia, pero no rabia.
Rabia no. Porque cuando sientes que has hecho feliz a un ser vivo, y éste te
lo ha hecho saber a cada instante como tú lo hacías, no se puede sentir rabia.
Sólo se puede sentir amor y agradecimiento. Así que gracias. Gracias por haber
aparecido aquella noche de agosto acurrucada y maullando bajo la puerta de mi casa. Gracias, de verdad. Sé
que creemos que nosotros te elegimos a ti, pero no, no tengo dudas... Nada más lejos de la realidad: tú nos elegiste a nosotros, verdadera e incondicionalmente, y te estaremos eternamente
agradecidos por ello. Gracias, de todo corazón. Gracias por estos años de
felicidad, rabietas y risas. Por los agujeros en las sábanas y los arañazos en
las manos. Por los mordiscos inesperados y los agujeros en las zapatillas.
Gracias por tanto, gato.
Siento que la despedida fuese como fue, cariño mío, pero ¡qué valiente fuiste! Te prometo que hice todo lo que pude. Te prometo que hice todo lo que supe, pero no fue suficiente. Lo siento querida mía. Siento la imprudencia, y el exceso de confianza. Siento no haberme levantado antes de la cama para salir a buscarte, mi torpeza y mis errores, y siento, por encima de todo, que ya no estés aquí.
Prometo mantener siempre tus flores
frescas, bonitas y bien regadas. Prometo cuidarte para siempre. Y te juro, por
encima de todo, que nunca, jamás, te olvidaré.
Buen viaje Caty. Te he querido, te quiero, y siempre te querré.
Y tú, ¿has sonreído
hoy?