Hace un tiempo, un amigo citó a uno de los grandes, y me hizo ver la realidad.
Me dijo que para escribir algo digno de ser leído es necesario poseer un corazón acongojado, una mente ligeramente perturbada, un estado de ánimo alterado y desalentado, alicaído si cabe. Si no, no se puede.
Sin estos requisitos es imposible escribir algo que valga la pena, según estas doctrinas. Y la verdad es que lo veo cada día más claro. Un corazón en paz nunca escribirá nada bello. O ni siquiera escribirá nada, lo que es mucho peor.
Creemos que la literatura (tanto clásica como contemporánea) habla del amor, cuando en realidad ensalza el desamor. El amor no es bonito, no vende. De hecho, este blog (como tantas otras cosas que me resultan importantes en el mundo en el que vivo) se forjó gracias al más profundo desamor de mi vida. Y aquí sigo, tres años y siete meses después de su génesis, escribiendo aquí de vez en cuando para desahogarme, tratando de ser feliz a través de contar las cosas que me han marcado en mi vida.
Creemos en un ideal de vida utópico que seguramente ninguno de nosotros alcanzará nunca, porque nos lo venden en los escritos cotidianos como ese futuro ideal que todos debemos conseguir. Tratamos de buscar nuestra proverbial "media naranja" cuando quizá la persona que más feliz pueda hacernos en esta vida (al margen de nosotros mismos) sea esa persona que un día se fue a esquiar contigo porque simplemente ibais en el mismo autobús compartiendo un par de amigos, o esa chica desconocida que leyó el mismo libro que tú, a la vez y por casualidad, para convertirse en una de las personas más importantes de tu vida, aunque casi nadie de tu círculo más cercano la conozca. Démonos cuenta de eso, por favor.
Dejemos de complicarnos la vida. Ser feliz es una actitud que depende, sobre todo, de uno mismo y de sus seres queridos. De cómo te quieren tus seres queridos. A mí, personalmente, me hace inmensamente feliz darme cuenta de que la gente que me quiere y a la que quiero, esa gente que me necesita cuando tiene un mal momento, esa persona que te llama desde una estación de tren en Alemania cuando no sabe a quién llamar para decirle que vuelve a casa, o esa persona que te escribe un mensaje diciendo que ha tenido un accidente, pero que está bien y se ha acordado de ti, o llamadlo como queráis, me hace feliz ver que esa gente es la misma gente a la que yo quiero, esa gente a la que necesito sentir cerca, o cualquiera que sea la palabra que hayáis utilizado anteriormente para describir ese sentimiento.
Desde mi punto de vista, sólo existe una forma de ser feliz, y es sintiéndote querido por los que te importan. No daré nombres, porque no son necesarios, pero que sepáis que vosotros, amigos, hacéis una de las cosas más difíciles del mundo; hacéis que piense en vosotros cuando el mundo se pone cuesta arriba. Hacéis a una persona feliz.
Y tú, ¿has sonreído hoy?