A veces (es inevitable) uno se visualiza a sí mismo en situaciones imaginarias que tiende a idealizar. A veces piensas en cómo será mañana por la tarde, qué harás la próxima vez que te encuentres con tal o cual persona, qué le dirás cuando la tengas delante e incluso cómo actuarás en su presencia, pero la verdad es que todo esto a la postre suele servir de bien poco y nada sale casi nunca como lo habíamos imaginado en nuestra cabeza.
Es imposible saber qué se nos estará pasando por la mente en ese preciso instante en el que finalmente nos encontremos con esa persona a la que deseamos ver más que a nada en el mundo, o con la que no queremos encontrarnos bajo ningún concepto. Y eso, a mi parecer, es una grandísima ventaja. Y creo que es una ventaja porque ahí es donde realmente surge la espontaneidad de cada cual, donde cada uno se muestra realmente como es y donde no existen las sorpresas. Cuando cada uno se comporta como realmente es no existe lugar para la improvisación ni las apariencias y, por tanto, a la larga nadie se siente decepcionado.
Hay situaciones y, sobre todo, circunstancias en las que una persona no puede (ni aunque lo intente con toda su alma) disimular sus sentimientos, y cuando esos sentimientos ajenos llegan a ti en forma de un "abrazo del oso" lleno de cariño que te atrapa y no te deja andar, mientras te dice con una sonrisa enorme dibujada en la cara y mirándote a los ojos "eres mi prefe", entonces el mundo entero pierde de repente todo el sentido, todo se paraliza un instante y eres feliz.
Es una lástima no poder vivir esas sensaciones más a menudo, ni tener la oportunidad de devolverlas como se merece, porque sin duda nos alargarían la vida unos cuantos años más. No sé cuándo tendré la oportunidad de hacerlo, pero prometo intentar devolver todos esos sentimientos (difícil será superarlos) en cuanto me sea posible. Ya puedes ir preparándote... ;)
Y tú, ¿has sonreído hoy?