Hace tiempo que no tengo un ratito para mí, así que éste voy a emplearlo como más lo disfruto desde un tiempo a esta parte (con salvedades por supuesto, no me malinterpretéis) y como más me apetece hacerlo ahora mismo: escribiendo.
Al echar la vista atrás me doy cuenta de repente de cómo pasa el tiempo. Han sido apenas dos meses, aunque aún sigo recordando cada día, como si fuera hace un minuto, aquella última mirada, aquella expresión increíble e inolvidable que recordaré siempre a través de esa puerta entreabierta, y me entran ganas de coger el primer avión que me pase por delante, dejar estas latitudes atrás y volver a donde, cada vez que lo pienso, más me apetece estar. Pero lamentablemente sé que no puedo, y sobre todo, y por mucho que me pese, sé que no debo hacerlo.
Dos meses puede parecer poco tiempo quizá, pero la verdad es que en situaciones como esta el tiempo vuela. Ha sido un tiempo cargado de emociones y sensaciones, muchas cosas nuevas que asimilar y de las que aprender, sin duda, pero sobre todo un tiempo en el que me he dado cuenta de que he aprendido a conocerme un poquito más si cabe a mí mismo. He tenido tiempo para reflexionar bastante y ver las cosas desde otro ángulo, y eso siempre es bueno.
A veces, incluso cuando menos lo esperas, puedes llegar a casa (o incluso no haber salido de ella) y llevarte una alegría. A veces te encuentras con algo que resulta habitual pero sin embargo es algo diferente; un matiz sutil que al menos para ti le da un nuevo significado a las cosas, las cambia ligeramente y las transforma en algo nuevo pero manteniéndolo todo tal y como era hasta entonces. No sé si me explico del todo bien, pero creo que entenderéis lo que quiero decir.
Ese ligero cambio puede ayudar a ver las cosas con renovadas emociones, o incluso darte fuerzas para levantarte de la cama a las ocho de la mañana y dirigirte con alegría hacia tu patíbulo particular de cada día (perdonad la expresión, pero es lo que me ha venido a la mente al visualizar el recorrido a esas horas y con estas temperaturas). Después te sientas en tu sillón favorito y piensas en ello y, sorprendentemente, te sientes bien de nuevo, es algo hechizante, algo que te atrapa, o al menos a mí así me pasa.
Por supuesto hay muchas otras cosas que ayudan a que todo esto sea algo inolvidable: los compañeros de viaje, las aventuras vividas, las tardes de Risk, el ciervo maldito o ese mapa que ahora cuelga en la pared de mi piso serán cosas difíciles, por no decir imposibles, de olvidar, e incluso difíciles de igualar para aquellos que vengan detrás. A los que les toque deberán esforzarse a fondo para tratar de conseguirlo.
Por ahora, y mientras tanto, espero que no cambien mucho las cosas, trataremos de asentar esos nuevos proyectos que, por momentos, tan complicados parecen y que por otro lado todos sabemos que hay que llevar a cabo ahora o nunca y caiga quien caiga. Pero hasta entonces, y parafraseando a una de las escenas y frases más célebres del séptimo arte:
“Siempre nos quedará Abril"
O tal vez Agosto debería decir...
Por suerte para mí (inmensa suerte, para ser sinceros), por muchos otros que vengan después, y por maravillosos que estos puedan llegar a ser, esos momentos me acompañarán siempre que desee recordarlos, y seguirán siendo igual de fantásticos como ya lo fueron una vez.
Bendita suerte la mía…
Y tú, ¿has sonreído hoy?